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jueves, 3 de abril de 2014

DERECHO ROMANO I. TEMA 2 LA REPÚBLICA

La República
El ordenamiento constitucional republicano
Tras la expulsión de los reyes y la instauración de la República, en el año 509 a.C., el poder en Roma recayó sobre los patricios, jefes de las principales familias, que formaban el Senado y que eran elegidos por los ciudadanos para los distintos cargos públicos.
El gobierno lo ejercían siempre dos cónsules, que se renovaban de año en año. Cada uno de ellos podía vetar las decisiones del otro, y en tiempo de guerra dirigían las operaciones militares en días alternos.
El senado y el pueblo romano se convirtieron en la divisa de Roma, significando que todo se hacía en nombre de los dos grandes poderes que en teoría gobernaban la ciudad: el senado de patricios, y las asambleas de ciudadanos plebeyos, encargadas de elegir a los cargos públicos.
Gestación del conflicto
Sin embargo, esta aparente unidad escondía una profunda fractura interna que a punto estuvo de destruir la República ya en sus inicios. Los patricios disfrutaban de numerosos privilegios: sólo ellos podían formar parte del Senado, y sólo ellos podían desempeñar cargos públicos. Los patricios en el Senado hacían las leyes, los patricios como cónsules las ejecutaban, y patricios eran también los jueces que castigaban a los infractores de la ley.
A los plebeyos, que pagaban sus impuestos y acudían al ejército cuando se les convocaba, tan sólo les correspondía reunirse cada año para elegir a los magistrados entre los candidatos que presentaban los patricios. 
Indignados por esta situación que les obligaba a hacer frente a todos los inconvenientes de la ciudadanía, sin permitirles disfrutar de sus ventajas, los plebeyos emprendieron largas y encarnizadas luchas con los patricios para reclamar más derechos.
El primer episodio grave de estos enfrentamientos tuvo lugar apenas quince años después de la proclamación de la República. Cierto día del año 494 a.C., los plebeyos dejaron de cultivar la tierra, de comerciar y de servir en el ejército, y se retiraron a la colina del Aventino, proclamando que no volverían a sus tareas hasta que se reconocieran sus derechos.
Al principio, los patricios enviaron mensajeros que, entre ruegos y amenazas, instaron a los plebeyos a abandonar su actitud. Pero éstos se mantuvieron firmes, y la ciudad, falta de mano de obra, quedó sumida en el caos.
Al final, el Senado tuvo que capitular, y accedió a incluir una nueva magistratura en el ordenamiento institucional: los tribunos de la plebe. Estos magistrados, que sólo podrían ser elegidos entre candidatos plebeyos, tendrían como única función defender sus intereses, y dispondrían, para ello, del derecho de veto sobre cualquier resolución senatorial.
Para que este enorme poder no provocara represalias por parte de los patricios, los tribunos de la plebe serían considerados personas sagradas. Si alguien atentaba contra su vida, su cabeza sería sacrificada a Júpiter, y sus bienes subastados.
La primera ley escrita
Medio siglo después de estos episodios, en el año 451 a.C., los plebeyos obtuvieron una nueva conquista: diez hombres sabios elegidos entre los romanos redactaron la Ley de las Doce Tablas, que se convirtió en la primera ley escrita de Roma. Hasta entonces habían sido los jueces patricios quienes aplicaban la ley, basándose en las normas no escritas de la costumbre, lo que permitía todo tipo de arbitrariedades.
Tras medio siglo de enfrentamientos entre patricios y plebeyos, estas primeras concesiones llevaron la paz interna a Roma. La joven República estaba lista por fin para mirar a su alrededor.
Guerras latinas
Desde el comienzo de la República, Roma ejercía un poder predominante sobre el resto de las ciudades latinas, y les había impuesto un pacto de privilegio para ella, llamado Foedus Cassianum, que comenzaba con estas solemnes palabras: haya paz entre los romanos y todas las ciudades latinas mientras la posición del cielo y la tierra siga siendo la misma.
Pero las ciudades del Lacio intentaron librarse de la superioridad de Roma, y de los abusivos pactos que les imponía. Aliándose, cuando la ocasión era propicia, con enemigos exteriores como los belicosos volscos y ecuos, durante 150 años los latinos mantuvieron continuos enfrentamientos con Roma, conocidos como guerras latinas.
Finalmente, en el año 338 a.C. en la decisiva batalla naval de Antium, Roma derrotó a los volscos, llevándose un precioso tesoro, las proas de los barcos enemigos, o rostra, que durante siglos adornaron la tribuna de oradores del Foro Romano. 
Guerras samnitas
Tras conseguir dominar toda la región del Lacio y someter a volscos y ecuos, Roma tuvo que afrontar durante 50 años tres nuevas guerras con otros pueblos itálicos, conocidas como las guerras samnitas. Los samnitas, pueblo de rudos y guerreros montañeses instalados al Sur de Roma, suponían una constante amenaza para los habitantes del valle. Estos, cansados de las continuas incursiones samnitas, pidieron ayuda a Roma, que aprovechó la coyuntura para expandir su dominio.
La Primera Guerra Púnica
Cuando, el año 272 a.C., la colonia griega de Tarento, en el Sur de Italia, cayó en manos de los romanos, Roma dominaba ya toda la península y se había convertido en uno de los estados más poderosos de su entorno. 
Sicilia, rica en cereales, estaba poblada por prósperas colonias griegas, muchas de las cuales estaban dominadas por los cartagineses. Sin embargo, una de ellas, Mesina, situada en el estrecho entre Italia y la isla, decidió llamar en su auxilio a los romanos para que expulsaran a la guarnición cartaginesa que controlaba la ciudad. 
Los romanos decidieron enviar a sus soldados. Era el año 264 a.C. y daba comienzo así la primera de las Guerras Púnicas.
Roma –que poseía sólo una pequeña flota- apenas tenía experiencia en batallas navales. Así que, al principio, los cartagineses destruían con facilidad las naves que enviaban los romanos, mal dirigidas por sus inexpertos almirantes.
Pero cada derrota enseñaba a los romanos algo nuevo. Al final, se percataron de que su infantería era superior a la cartaginesa, y decidieron aprovechar esa ventaja. Los cartagineses no estaban preparados para combatir cuerpo a cuerpo, y terminaron siendo derrotados.
Después de veinte largos años de guerra, en el año 241 a.C., los romanos se convirtieron en los únicos dueños de Sicilia, que pasó a ser la primera provincia romana.
La derrotada Cartago se comprometió a no atacar jamás a un aliado de Roma, y tuvo que hacer frente a unas indemnizaciones millonarias. Roma para evitar un nuevo enfrentamiento, decidió repartirse la Península ibérica con Cartago. La frontera se situaría en el Ebro. Los territorios al norte de este río serían para Roma, los del sur, para Cartago.
La Segunda Guerra Púnica. Aníbal
Los ejércitos cartagineses, al mando de Amílcar Barca, ocuparon el sur de Hispania, pero Amílcar fue asesinado por un indígena, y el control de las tropas pasó a manos de su hijo Aníbal, que apenas contaba 22 años.
Cartago en su afán por conquistar toda la zona asignada puso cerco a Sagunto, y la ciudad pidió ayuda a sus aliados romanos. Corría el año 218 cuando Roma declaró la guerra a Cartago. Comenzaba la Segunda Guerra Púnica, que iba a decidir la Historia de Occidente.
Mientras el Senado romano enviaba todos sus efectivos a Hispania, Aníbal dejó a su hermano Asdrúbal al frente de las tropas de la Península, y lanzó a su ejército a una increíble travesía cruzando los Pirineos y los Alpes, para atacar Roma por el Norte.
Nadie podía esperar que un ejército entero se atreviera a cruzar los terribles pasos de alta montaña en invierno, por sendas nunca antes transitadas. La hazaña le costó a Aníbal la pérdida de un ojo y la muerte de la mayoría de los elefantes, pero las desprevenidas legiones romanas fueron derrotadas por tres veces en el norte de Italia, en las batallas de Tesino, Trebia y Trasimeno. Y así, en la primavera del año siguiente, ningún ejército se interponía ya entre Aníbal y Roma.
La llegada del cartaginés sembró el pánico en la capital. En las calles, la muchedumbre aterrorizada no dejaba de gritar: Anibal ante portas!, ¡Aníbal a las puertas de Roma!. Las murallas de la ciudad habían olvidado ya la última vez que tuvieron que hacer frente a una amenaza semejante, y no resistirían un asedio. Las únicas legiones disponibles se hallaban en Hispania; los generales que podrían encabezar una resistencia desesperada, a semanas de distancia. Roma estaba perdida. A Aníbal le bastaba alargar la mano para tomar la ciudad y reducirla a cenizas.
Pero, misteriosamente, Aníbal no descargó el golpe. Para derrotar definitivamente a Roma Aníbal necesitaba dos cosas: obtener refuerzos de Cartago y privar a Roma de sus aliados itálicos. Por eso, pasando de largo ante la ciudad, se dirigió hacia el Sur.
Aprovechando el respiro, Roma, cuyos recursos parecían inagotables, reunió un nuevo ejército de ochenta mil hombres, el mayor que nunca hubiera comandado un general romano, y el verano del año 216 a.C. se enfrentó con Aníbal en la llanura de Cannas. La desigualdad de efectivos era de tres a uno a favor de los romanos. Pero, a pesar de ello, Aníbal consiguió envolver al ejército enemigo y aniquilarlo completamente.La batalla de Cannas se recuerda como uno de los mayores prodigios de estrategia militar de todos los tiempos.
Mientras Aníbal deambulaba por Italia, la estrategia romana, que había desplazado sus mejores tropas a Hispania, comenzaba a dar frutos, estas al mando de Escipión. Su estirpe y su determinación insuflaron nuevos ánimos a unas tropas desesperadas, que bajo su mando consiguieron derrotar al ejército cartaginés comandado por los hermanos de Aníbal, Asdrúbal y Magón, hasta expulsarlos completamente de Hispania. En el año 205, sus legiones victoriosas estaban en condiciones de regresar a Italia.
Sin haber sufrido jamás una derrota, después de haber tenido a la indefensa Roma a su merced, Aníbal, atrapado en Italia, sin aliados, sin provisiones y con apenas un tercio de su ejército, se vio obligado a regresar por mar a Cartago, tras haber estado deambulando por Italia durante 16 años.
Escipión convenció al Senado de la necesidad de desembarcar cuanto antes en la costa norteafricana, en persecución de Aníbal, cada vez más acorralado. Los dos grandes generales se enfrentaron por primera y última vez en la decisiva batalla de Zama, en el año 202 a.C. Roma y Cartago se hallaban al límite de sus fuerzas y el resultado sería decisivo. Aníbal recurrió a su genio táctico, Escipión a su astucia.
Para neutralizar a los elefantes, la más temible de las armas cartaginesas, el romano hizo sonar todas las trompetas de su ejército. Las bestias, aterrorizadas, huyeron en desbandada aplastando a la propia caballería cartaginesa. Aunque la infantería de Aníbal presentó batalla hasta el final, el gran general no pudo evitar su completa derrota.
Tras su victoria, Escipión obtuvo el sobrenombre de “el africano”, mientras Aníbal, abandonado por sus propios compatriotas, se vio obligado a refugiarse en la corte del rey de Bitinia, donde se quitó la vida con un veneno.
Tercera guerra púnica
La derrota de Cartago convirtió a Roma en la dueña absoluta del Mediterráneo occidental, y dio paso a la época de las grandes conquistas. Pronto comenzó también la colonización de los territorios ya dominados: la Península Ibérica, el sur de la Galia y el Norte de África.
El viejo Catón, un senador célebre por su severidad y por su retórica, no perdía ocasión para recordar que debían aniquilar al enemigo. Sin importar el asunto del que estuviera hablando en la asamblea del Senado, sus discursos terminaban siempre con la misma coletilla: Delenda est Cartago!, ¡Cartago debe ser destruida!
Al final, Escipión Emiliano, descendiente del gran general que había salvado a Roma en los tiempos de Aníbal, condujo la última Guerra Púnica, en el año 147 a.C., 55 años después de la derrota de Aníbal. Los romanos saquearon, quemaron y arrasaron Cartago hasta los cimientos.
El encuentro con Grecia
En otro terreno, los propios conquistadores fueron los conquistados. La sociedad romana, concebida para la lucha y el sacrificio, estaba acostumbrada a combatir a los rudos itálicos y fieros hispanos, pero no estaba preparada para enfrentarse culturalmente a Grecia y Oriente.
Cuando entraron victoriosos en Atenas, los romanos quedaron fascinados por la belleza de su arte, el refinamiento de su filosofía, y la dulce musicalidad de un idioma concebido para el razonamiento. Los nobles romanos comenzaron a copiar las esculturas griegas, enviar a sus hijos a aprender su idioma, asistir a sus representaciones teatrales, y deleitarse con la música y la poesía llegadas de Oriente.
Tras asimilar la cultura griega, Roma, que ya dominaba el Mediterráneo por la fuerza de las armas, comenzó a hacerlo también por la potencia de su civilización, que extendió, como un inesperado regalo, por todos los rincones del mundo conocido, sembrando con ello las semillas de la cultura occidental.
El colapso de la República
Estos enfrentamientos entre los guardianes de las antiguas tradiciones romanas y los partidarios de las novedades venidas de Grecia volvieron a introducir –a mediados del siglo II a.C.- un clima de gran agitación en el interior de la ciudad, que cristalizó con el famoso conflicto de los Gracos.
Los Gracos eran dos hermanos de ideas avanzadas que, como Tribunos de la Plebe y en defensa de sus intereses, reclamaban una reforma agraria: la distribución gratuita de tierras entre los ciudadanos más pobres de Roma, en perjuicio de los todopoderosos terratenientes.
Los dos fueron asesinados. El mayor, el mismo día en que acababa su mandato de Tribuno, pues los Tribunos de la Plebe –como dijimos- eran sagrados e inviolables. Con el hermano menor, sin embargo, ni siquiera esperaron a que expirara su mandato.
La crisis del siglo I a.C.
Las instituciones Republicanas, que habían servido para gobernar la ciudad durante 500 años y la habían conducido a la conquista del Mediterráneo, eran insuficientes para administrar sus posesiones.
Los romanos habían dispuesto sus leyes para evitar que un solo hombre ostentara el poder absoluto, pero los generales romanos se habían vuelto demasiado poderosos. Apoyados en sus legiones y en los recursos de las provincias que gobernaban, pugnaban entre sí para hacerse con el poder en solitario. Primero Mario y Sila, después Julio César y Pompeyo, sumieron el Mediterráneo en un baño de sangre.
La obra de Julio César
Al final de este periodo convulso destaca la figura gigantesca de Julio César: el hombre que, por fin, consiguió concentrar en su mano todos los poderes políticos de forma indefinida. Pero Roma, orgullosa de su tradición republicana, no estaba madura para semejante cambio, y Julio César fue asesinado por un nutrido grupo de senadores en el año 44 a.C. con Brutus a la cabeza, se había conjurado para darle muerte, en un intento desesperado por salvar la República.
Biografía de Cayo Julio César (latín: Gaius Iulius Caesar)
(Roma, Italia, 12/13 de julio de 100 a. C., 15 de marzo de 44 a. C.) 
Nacido en el seno de la gens Julia, en una familia patricia de escasa fortuna.En 84 a. C., a los 16 años, el popular Cinna lo nombró flamen dialis, cargo religioso del que fue relevado por Sila, con quien tuvo conflictos a causa de su matrimonio con la hija de Cinna. Tras escapar de morir a manos de los sicarios del dictador, fue perdonado gracias a la intercesión de los parientes de su madre. Trasladado a Asia, combatió en Mitilene como legatus de Marco Minucio Termo. Volvió a Roma a la muerte de Sila en 78 a. C., ejerciendo por un tiempo la abogacía. En 73 a. C. sucedió a su tío Cayo Aurelio Cota como pontífice, y pronto entró en relación con los cónsules Pompeyo y Craso, esto le permitiría lanzar su propia carrera política. En 70 a. C. César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y como edil curul en Roma. 
En 63 a. C. fue elegido praetor urbanus, al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura. Ese mismo año murió Quinto Cecilio Metelo Pío, Pontifex Maximus designado durante la dictadura de Sila, y, en las elecciones celebradas con objeto de sustituirle, venció César. Al término de su pretura sirvió como propretor en Hispania, donde lideró una breve campaña contra los lusitanos. En 59 a. C. fue elegido cónsul gracias al apoyo de sus dos aliados políticos, Pompeyo y Craso, los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato. Su colega durante el consulado, Bíbulo, se retiró a fin de entorpecer la labor de César, que, sin embargo, logró sacar adelante una serie de medidas legales, entre las que destaca una ley agraria que regulaba el reparto de tierras entre los soldados veteranos.
Tras su consulado fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, esta última tras la muerte de su gobernador, Céler. Su gobierno estuvo caracterizado por una política muy agresiva en la que sometió a prácticamente la totalidad de pueblos celtas en varias campañas. Este conflicto, conocido como la Guerra de las Galias, finalizó cuando el general republicano venció en la Batalla de Alesia a los últimos focos de oposición, liderados por un jefe arverno llamado Vercingétorix. Sus conquistas extendieron el dominio romano sobre los territorios que hoy integran Francia, Bélgica, Holanda y parte de Alemania. Fue el primer general romano en penetrar en los inexplorados territorios de Britania y Germania.
Mientras César terminaba de organizar la estructura administrativa de la nueva provincia que había anexado a la República, sus enemigos políticos trataban en Roma de despojarle de su ejército y cargo utilizando el Senado, en el que eran mayoría. Esto le impulsó a desafiar las órdenes senatoriales y protagonizar el famoso cruce del Rubicón, donde al parecer pronunció la inmortal frase «Alea iacta est» (la suerte está echada), iniciando así un conflicto conocido como la Segunda Guerra Civil de la República de Roma, en el que se enfrentó a los optimates, que estaban liderados por su viejo aliado, Pompeyo. Su victoria, basada en las derrotas que infligió a los conservadores en Farsalia, Tapso y Munda, le hizo el amo de la República. El hecho de que estuviera en guerra con la mitad del mundo romano no evitó que se enfrentara a Farnaces II en Zela y a los enemigos de Cleopatra VII en Alejandría. A su regreso a Roma se hizo nombrar cónsul y dictator perpetuus —dictador vitalicio—, e inició una serie de reformas económicas, urbanísticas y administrativas.
A pesar de que bajo su gobierno la República experimentó un breve periodo de gran prosperidad, algunos senadores vieron a César como un tirano que ambicionaba restaurar la monarquía. Con el objetivo de eliminar la amenaza que suponía el dictador, un grupo de senadores formado por algunos de sus hombres de confianza como Bruto y Casio y antiguos lugartenientes como Trebonio y Décimo Bruto urdieron una conspiración con el fin de eliminarlo. Dicho complot culminó cuando, en los idus de marzo, los conspiradores asesinaron a César en el Senado. 
Organización política en la República
La palabra República viene de las voces latina Res : Cosa ; Pública : Pueblo. corresponde así, del año 509 al 29 a.c., periodo en el cual Roma alcanza su mayor esplendor y poderío con el afianzamiento de sus instituciones de gobierno y de justicia, así como de la administración del bien público y del anhelo de superación de las cuestiones sociales . En esta Época el ejército romano impone su autoridad y dominio en una extensa zona del mundo conocido, que incluye tierras de Europa meridional, Asia Menor y África septentrional. En este proceso de expansión impone el sello de su cultura, pero al mismo tiempo asimila el complejo cultural de los pueblos conquistados y Roma se convierte, de este modo, en la heredera y depositaría de la cultura de la Antigüedad. Sin embargo, si estos son los signos distintivos de este gran momento de su historia, también debemos anotar que la ambición por el poder y la riqueza se hizo presente en numerosos caudillos, que solo habrían de culminar ya con el establecimiento de un régimen imperial.
Durante la República en Roma muchos funcionarios e instituciones propias del régimen monárquico, desaparecieron, pero otras se adaptaron para servir mejor al gobierno del pueblo. De este modo los organismos de gobierno fueron:
1. Los Cónsules: Fueron en número de dos, elegidos anualmente por la asamblea popular. Ejercieron casi los mismos poderes que le habían correspondido al Rey durante la Monarquía Romana, o sea la dirección suprema en paz y guerra, la consulta de los dioses, la convocatoria del Senado y de la Asamblea Popular, así como la administración de justicia. Los cónsules se controlaban mutuamente, siendo, por ello, difícil que uno usurpase el poder y se convirtiese en Tirano. Al abandonar el cargo de Cónsules debían dar cuenta de su gobierno ante la Asamblea.
En caso de emergencia y de peligro nacional, se decretó que los Cónsules debían nombrar a una persona con poderes absolutos llamado Dictador; este cargo debía cesar una vez terminado el peligro y, en ningún caso, podía durar más de seis meses.
2. El Senado: Que ya había funcionado en la Monarquía Romana, ahora, durante la República, no solo mantuvo su serie de atribuciones, sino que se afianzo definitivamente como un organismo consultivo que oriento y aconsejo el gobierno de Roma, dirigiendo el ordenamiento interior y la actuación en el exterior de la política romana.
3. Las Asambleas: Reciben también el nombre de comicios y fueron de tres clases:
•Asamblea Curial: Reunión de patricios que comprendían 30 curias, en cada una de las cuales se votaba por cabeza para obtener, así, la opinión de la mayoría. Constituyó la asamblea más antigua.
•Asamblea Centurial: Reunión de ciudadanos bajo sistema militar y agrupados de cien en cien, teniendo cada agrupación un voto. Se reunían en el Campo Marte bajo la presidencia de los cónsules; dictaban leyes y tenían a su cargo la elección de los mismos cónsules.
•Asamblea Tribal: Era la reunión de la plebe, pero agrupaba en tribus. Sus acuerdos tenían fuerza de ley y se llamaban Plebiscitos. Además, dentro de sus atribuciones durante la República, se contaba la de nombrar a los Tribunos de la Plebe.
Otras magistraturas de la República de Roma
- Censores : Cuya misión era la de llevar la relación de ciudadanos y sus bienes. Nombraban a los senadores, al mismo tiempo que velaban por el mantenimiento de la moral.
- Cuestores: Recaudaban impuestos y administraban el tesoro publico
- Pretores: Eran los encargados de la administración de Justicia
- Ediles: Encargados del aseo, ornato y conservación de la ciudad. Debían velar también, por el normal abastecimiento de alimentos a la ciudad.
Los Tribunos de la plebe: Fueron en número de dos, elegidos mediante la Asamblea Tribal y que se constituían en personeros y representantes del pueblo para que los defendiesen, no solo ante el Senado, sino también ante los patricios.
Se oponían a las decisiones de cónsules y senadores pronunciando la palabra Veto (“me opongo”). Los tribunos de la plebe gozaban de inviolabilidad para cumplir con mayor eficacia sus funciones y su nombramiento data del 494 a.c. cuando los miembros de la plebe cansados de los abusos del patriciado, se retiraron a fundar una ciudad cerca del Monte Sacro; fue entonces cuando el gran orador Menenio Agripa los convenció a que volvieran contándoles la apología de las extremidades y del estómago que todos son necesarios y concurren al mantenimiento del organismo humano. Los plebeyos exigieron garantías y se les concedió el nombramiento de sus representantes conocidos como Tribunos de la Plebe.

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